Por el Padre Manuel Antonio Garcia Salcedo, PhD, Arquidiócesis de Santo Domingo.-Del anuncio del nacimiento de Jesús beneficiario fue San José, cuyos contemporáneos bien conocían el libro del Génesis, que narra los orígenes del mundo antiguo, es decir el peregrinar de de Abrahán, los patriarcas, que conformaron a su descendiente, al nuevo Pueblo de Dios en Jesús, el Resucitado quien anunció: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo», de tal manera que el mismo Jesucristo sea el sentido profundo de toda la historia humana desde la creación del mundo hasta su final como afirma la genealogía del Evangelio de San Mateo.
En la nación sagrada, cuyo rey es David, el mesías o ungido, encontramos una teología de la historia, un «credo» en el que Israel afirma que Dios ha planificado el desarrollo de los siglos para la venida de su Mesías. Y ante la catástrofe por la injusticia social e infidelidad a la fe en el Único y Verdadero Dios, del Pueblo Elegido, la misión de su Cristo sería poner fin a los exilios, invasiones, esclavitud y destrucción de su pueblo.
En las sociedades antiguas el árbol genealógico de una familia, tribu y dinastía tenía un sentido de elección y capacitación divina. Lo biológico no representa necesariamente la regla de identificación sanguínea, sino que primaba la alianza o acuerdos económicos y morales. La descendencia del Mesías estaba conformada por antepasados con una historia de luces y sombras de las que el pueblo participaba de forma activa y vinculante.
Por esta razón, San José desciende del linaje real de David, el ungido de Dios. San José, por igual motivo no engendra a Jesús. San José es «el esposo de María, de la cual nació Jesús», quien recibe todos los méritos de la paternidad de San José.
Otros datos que son llamativos en la genealogía de Jesús del Evangelio de San Mateo es que en ella se encuentra a mujeres extranjeras, Cananeas (Rajab) y moabitas (Rut) que no podían incorporarse a la comunidad de Israel. Según las leyendas judías, Tamar era una siria convertida al Dios de Israel. Más alarmante si no conocemos el sentido de estas inclusiones es el hecho que Rajab es una prostituta (Jos 2,1); Tamar se hace pasar por una de las prostitutas (Gn 38,14-15) y Betsabé comete adulterio. Las tradiciones judías del siglo I hacen una relectura de estos hechos al afirmar que de ellos el Espíritu Santo sacó un bien para el Pueblo de Dios.
Totalmente diferente es la situación de la Virgen María, quien concibe por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18). San José, descendiente de David, no tiene aquí responsabilidad carnal. Su misión corresponde a los llamados por Dios en la Antigua Alianza, en específico al Patriarca José, «el hombre de los sueños» (Gn 37,19)
A San José se le anuncia «no temas» pero dormido para que no cuestione y responda en silencio sostenido como siempre hace el Justo de la Antigua Alianza. El primer paso en obediencia de José es recibir a María en su casa, poner nombre de acuerdo con la misión de Niño, Jesús (Yeshúa’), e insertarlo legalmente en el linaje davídico.
Jesús tiene un status social honorable entre su gente porque es el hijo del tekton, la cabeza de la albañilería, de la forja, de la carpintería.
El Padre adoptivo de Jesús es descendiente del Patriarca José como tal porque también es justo por su probidad y su castidad, pero de modo supremo. En el judaísmo antiguo, los comprometidos se mudaban a la casa del esposo. San José, el justo se abstiene de todo contacto carnal, así como la tradición de las Iglesias más antiguas celebran la Virginidad perpetua de María en la que Dios creador para la manifestación de su Mesías sustituye el proceso biológico ordinario con un acto original e irrepetible de la creación.
La Biblia hebrea en Isaías dice: «He aquí que la joven reina, la mujer del Rey Acaz concibe…». La Biblia griega Alejandrina dice: «He aquí que la virgen concebirá…Y ellos le invocarán como Emmanuel…».
El Dios-con-nosotros al final de San Mateo: «Yo-estoy-con-ustedes todos los días hasta el final de este mundo» (Mt 28,20) refiera a Jesús que ha hecho de la historia el lugar del credo de los judeo-cristianos, por ser descendiente de Abrahán, David y San José, el hombre justo a los ojos de Dios únicamente por su fe en la promesa por su trabajo.
En San Lucas se ha esquematizado un paralelo continuo entre Juan bautista y Jesús con su único punto de encuentro en la Visitación, con la salvedad de que la originalidad y la novedad absolutas son de Jesús. Esta narrativa lucana está inspirada en el Antiguo Testamento griego con la finalidad de presentar la misión de Juan bautista y la superioridad o el Misterio de Jesús como ascenso a su Pascua.
A diferencia de San Mateo, San Lucas presenta al ángel quien transmite a María la Palabra de Dios que al encarnarse llevará una vida escondida en Nazaret. El texto griego de la Anunciación a María se traduce literalmente: El ángel le dice «Tranquilízate, María, Dios te ha concedido su favor… He aquí que concebirás en tu seno, y darás a luz un hijo, y le pondrás de nombre «Yave salva». El cumplimiento de Sofonías 3,14-17: Alégrate, hija de Sión, Yave, el Rey de Israel está en ti. No temas, Sión, Yave, tu Dios, está en tu seno.
Estamos ante la cumbre de todas las vocaciones, ante la vocación única de Jesús, así como la fe insuperable de María. La Concepción Virginal es totalmente distinta de cualquier prodigio maravilloso y todos estos pierden su valencia ante el Misterio operado en ella. No hay que buscar otro que a Jesús, el Misterio por el cual todo interés se centra a partir de su nacimiento.
Comparado con el de Juan bautista quien nace confortablemente en la casa del viejo Sumo Sacerdote Zacaríasm rodeado de numerosos vecinos y amigos que van a conocerle, noticia difundida por toda la montaña de Judá desde el día de su circuncisión. Jesús nace durante el censo obligatorio del emperador, su madre sin ningún familiar que le ayude, debe ocuparse de todo en un establo de animales. Solo San José, le acompaña y le visitan momentáneamente algunos pastores, marginales. Situación de miseria muy diferente a la del Bautista. El canto de los ángeles de la gloria del Señor y la paz para los hombres provienen del Niño miserable, cuya vida pobre es el signo en Lucas de la presencia plena de Dios.
Su título propio es el Salvador, atribuido 35 veces a Dios por la biblia griega. El Mesías es propio del mundo hebreo. Para la salvación universal en el mundo helenístico estaban los «dioses salvadores» y a los Césares Divinizados.
«Cristo Señor» atribuido a Jesús es un título único e irrepetible. La biblia griega hace la traducción del nombre propio de Dios (YHWH), el salvador de los hombres y su Señor. Una nueva creación desde el doble registro de las tinieblas y de la luz.
Otros paralelos que resaltan la diferenciación de San Lucas con el Juan bautista de Cristo Jesús, el primero fue anunciado en el marco de la liturgia del templo. Juan después de esto nunca más volverá al templo. Jesús anunciado en lugares solitarios y de poca concurrencia muy pobre viene varias veces al templo indefenso y en su infancia hasta perdido por sus padres que le traen y le llevan.
Jesús Salvador de todos, debe ser acogido libremente. La salvación puede ser rechazarla. Su oferta de salvación no se realiza automáticamente en quien la acoge. Jesús es más que un profeta, es la BUENA NUEVA definitiva, objeto y sujeto de la misma.
Lucas presenta el nacimiento de Jesús solidario con toda la humanidad, nuevo Adán, el prototipo de todo hombre y cimiento de la infancia de la Iglesia. Estas son algunas de las razones teológicas bíblicas que nos permiten dar el paso a una fe más comprometida desde la razón de la enseñanza magisterial que hemos de compartir para recuperar el verdadero rostro de la navidad. IDENTIDAD CATOLICA.