Por Manuel Antonio Garcia Salcedo de la arquidiócesis de Santo Domingo
Pascua de resurrección, verdaderamente ha resucitado el Señor:
¡Aleluya Aleluya!. Damos gracias, y reconocemos que no podemos
continuar si no fuera por la fuerza de la resurrección del Señor ante
esos signos de muerte, como la tragedia de las 232 víctimas inocentes
del pasado 8 de abril de aquella madrugada y con la noticia del papá
Francisco. La Octava de Pascua ha sido permeada por el fallecimiento
del Papa Francisco, acontecido después de impartir la bendición a todo
el orbe y todo el mundo, y a la ciudad de Roma y al universo entero.
La bendición apostólica de San Pedro y San Pablo nos sirve de
motivación para exponer en estos días de reflexión previos a la
elección del nuevo Papa la misión del ministerio de San Pedro y sus
sucesores desde la enseñanza del Apóstol San Pablo, el primero que
pone por escrito la doctrina y disciplina a seguir en este tema
pivotal para la fe cristiana.
La Carta a los Gálatas, segundo escrito en antigüedad del Nuevo
Testamento, aporta un trato especial acerca de la misión de San Pedro
Apóstol. El apóstol de los gentiles es el primero que testifica y
valida el primer lugar, de acuerdo con la Tradición de los Apóstoles,
esto corroborado luego al colocar a San Pedro en el primer lugar de
ellos en todas las listas de los Apóstoles presentes en los Evangelios
y en los Hechos de los Apóstoles, las Cartas del Nuevo Testamento y el
Apocalipsis de San Juan.
Después de nuestro Señor Jesucristo, la persona que más veces aparece
en el Nuevo Testamento es San Pedro. Este dato técnico de estudio
bíblico elemental está dado en la fe de todos los bautizados que
comulgan del Cuerpo y la Sangre de Cristo. San Pablo es el primero
que lo hace en la Carta a los Gálatas, capítulo 2 y en el tercer
escrito más antiguo del Nuevo Testamento del año 57 DC, la I Carta a
los Corintios, capítulos 4 y 15, así como atestigua de la figura de
San Pedro, la primera piedra o roca visible en la I Carta que lleva su
nombre.
De todos los textos paulinos citados, el más antiguo es la confesión
de fe apostólica del I de Corintios 15. Dicho capítulo está precedido
por el relato de la Institución de la Eucaristía más antiguo de todos,
escrito antes que aquellos que nos presentan los Evangelios. Nos
referimos a I Corintios 11, proclamado el Jueves Santo como segunda
lectura en la Misa de la Cena del Señor inaugurando el Triduo Pascual,
concluyendo formalmente la Cuaresma. Esta es la misma segunda lectura
de la Solemnidad del jueves de Corpus Christi. A seguidas los
capítulos 12, 13 y 14 de la misma nos presentan los dones
carismáticos, la organización de los servicios y de las obras de la
Iglesia, Cuerpo de Cristo, todo esto permeado por la I de Corintios
13, el himno del amor que todo lo puede, lo soporta, los resiste.
Entonces vendrá el capítulo 15, una de las confesiones más antiguas de
fe en la muerte y resurrección de Cristo de la tradición de los
Apóstoles que San Pablo nos comunica: yo, a mi vez lo que recibí,
comunico aquello que recibí de los Apóstoles.
Lo recibió de San Pedro, de San Juan y de Santiago, como lo indica en
la Carta a los Gálatas en el capítulo 2, de aquellos que estuvieron
con Cristo con la resurrección de la hija del Maestro, de la niña que
falleció de 12 años, de aquellos que estuvieron con el Señor en la
Transfiguración y en el Getsemaní, esos que se durmieron, aun el Señor
diciéndoles que oren para que no caigan en la tentación.
Veamos primero el desarrollo posterior por las Cartas de San Pablo de
la Doctrina y la disciplina eclesiástica de la misión de San Pedro en
la Iglesia. Pedro es el primer Papa como su nombre lo indica, es la
Piedra, su nombre en griego, su nombre nuevo que le dio el Señor al
confesar la fe según Mateo, capítulo 16, versículo 18, en el marco
inseparable en la estructura Mateo capítulos 16, 17 y 18 llamado el
discurso eclesiástico, constituido por la confesión de fe de Cesarea
de Filipo a la que Jesús responde: Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, nuevo nombre a su misión, por el cual las
fuerzas del averno, del abismo, del infierno no podrán contra ella. Te
daré las llaves del Reino de los Cielos. Lo que ates en la tierra
quedará atado en el cielo, y lo que desates en cielo y tierra, así
será. Este pasaje se refiere a los Sacramentos, no a interpretación
libre.
La cumbre de la misión de San Pedro, también está atestiguada por el
Evangelio de San Juan, tal como la recibimos con la Aparición del
Resucitado a Santa Maria Magdalena, quien va y lo anuncia a los
Apóstoles. San Pedro y el Discípulo Amado corren al sepulcro. Este
último llega antes por su juventud, pero da paso primero a San Pedro
atestiguando su primacía en la Comunidad Eucarística como testigo de
la Resurrección.
San Pedro, a quien Cristo lava los pies, está en el inicio de los
discursos de Cristo durante la última Cena en el Evangelio de San
Juan, precedidos estos por el capítulo 6 del Pan de Vida del mismo
Evangelista, cuyo culmen será la Confesión del Pescador que declara a
Cristo: Señor, ¿a dónde iremos? Solo tú tienes Palabras de vida
eterna. Estas son de las lecturas que nos acompañarán en las Misas de
diario durante toda la Pascua.
También nos acompañará la Aparición del Resucitado a San Pedro y a los
discípulos en la madrugada del Domingp con la pesca milagrosa y la
triple declaración de al Señor de su disposición para ser el Pastor
Universal de los corderos u obispos y de las ovejas o laicos en el
capítulo 21 del IV Evangelio.
Anterior a todo, estuvo en el principio la validación de la misión de
San Pedro de parte del Apóstol San Pablo y su influencia en la obra de
San Lucas, su discípulo. En una próxima entrega desarrollaremos este
contenido. Mientras oremos por el descanso eterno del Papa Francisco,
a quien ya extrañamos. Oremos también por la elección del nuevo Papa,
Sucesor de San Pedro y San Pablo en el próximo Cónclave. IDENTIDAD
CATOLICA. *Doctor en Teología.