por el Padre Manuel Antonio Garcia Salcedo de la Arquidiócesis de Santo Domingo.-Próximos a la gran fiesta nacional de la Virgen de la Altagracia, nos centraremos en los Relatos de la Infancia de Nuestro Señor Jesucristo del Evangelio de San Lucas, los dos primeros capítulos, para comprender los orígenes y el sentido de tan importante tradición para 11 millones y medio de nacionales dominicanos que habitamos la margen oriental de la Isla de la Hispaniola, del millón y medio residente en los Estados Unidos, de los 270,000 que viven en Europa y de los 45,000 residentes en el resto del mundo.
El Evangelista San Lucas nos ha legado el Prólogo Cristológico en la primera parte de su obra que versa sobre la Virgen María, la Madre de Jesús, el Salvador, el Ungido. A diferencia del Evangelio de San Marcos, el más antiguo de todos los 4 Evangelios Canónicos de la Iglesia que inicia con la proclamación de San Juan Bautista en el desierto, San Lucas se remonta al origen histórico de Jesús relacionado con su Santa Familia, y llama al Bautista, el hijo de Zacarías, para que no olvidemos el Bautismo del Hijo de la Virgen María por obra del Espíritu Santo en el cual se manifestó públicamente la Santísima Trinidad y a seguidas las tentaciones del Señor en el desierto.
Esta es la cumbre de toda una genealogía que se remonta a los orígenes de la historia de la humana que se convierte en historia de la salvación. El centro de esta historia parte del Templo de Jerusalén con la confesión de fe de la Comunidad Eucarística que profesa que Jesus es el hijo del Padre. Primeras palabras de Jesús: las cosas de mi Padre, las últimas palabras del Crucificado: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Así concluirá el mismo Evangelio al final, cuando el Resucitado refiere al Altísimo como a su Padre.
Todo el desarrollo del Evangelio lucano es la relación de Jesús con su Padre. En lo referente a la Virgen Maria, ella se encuentra al inicio de este vinculada al Espíritu Santo, al igual que ambos en relación a la Iglesia naciente y a su manifestación al mundo.
Consumación, realización, plenitud de los tiempos muestran los capítulos en San Lucas referentes a la gestación y nacimiento de Jesús. Se trata del cumplimiento de las Escrituras. Así será plasmado en el cuadro de la Virgen de la Altagracia. En el mismo comprendemos quién es el Niño Jesús y su misión en este mundo., y hoy día.
Tres son los himnos eucarísticos de la comunidad de San Lucas que evocan al nacimiento del Salvador del mundo, y la Iglesia Católica los reza diariamente en su Liturgia de Horas: el Magnificat o Proclama mi alma… (1, 46-55), el Benedlctus o Bendito sea el Señor… (1,68-79) y el Nunc dimittis o Ahora Señor… (2,29-32), los cuales son afines al mensaje evangélico que se ha plasmado en la Imagen de la Virgen de la Altagracia.
Es el anuncio de la Nueva y Definitiva Alianza nacida del vientre de la Hija de Sión, confirmada en Cristo Muerto y Resucitado, y comunicada por su Iglesia a toda la humanidad. El Antiguo Testamento se ha cumplido a cabalidad.
Aquí encontramos una de las claves más apropiadas para hacer una lectura del mensaje que nos trae la imagen altagraciana de Higuey. Ella forma parte de nuestra fuente histórica nacional. María contemplaba todas las cosas y las guardaba en su corazón: el testimonio de la descendencia davídica o real de San José, la concepción virginal y el nacimiento de Jesús en Belén.
Los orígenes terrenales de Jesús fueron preparados por el anuncio y el nacimiento de San Juan Bautista, el profeta más grande de todos en Israel que anunció la salvación en Jesús y su Espíritu Santo preparada para todas las naciones, y no solamente para los que visitasen el Templo de Jerusalén. pero es el Misterio de María quien nos devela el Misterio de Cristo y de su Iglesia, Sacramento Universal para la vida eterna.
La República Dominicana es receptora en la imagen de la Altagracia, en los colores que viste la Virgen María, del anuncio celestial del nacimiento del Único Salvador. No aparecen ángeles mensajeros en este cuadro sagrado. Los mensajeros son la Madre Virgen y su Castisimo Esposo que nos indican que hemos de dirigir la mirada, la atención y el corazón al Niño Divino colocado en el Catre del Altar Eucarístico.
Al fondo, no sin menor importancia, San José, el Custodio Atento de la Sagrada Familia, quien nos remonta, al venerar la Imagen Canónica de la Altagracia en su basílica de Higüey, el conocer y adentrarnos en el saludo del Arcángel del final de los tiempos: San Gabriel, quien acude directamente del Cielo a la Virgen, ya comprometida con San José. La que no conoce varón es la predestinada como Inmaculada desde antes de la creación del mundo. Se le saluda como Reina con el Jaire o Alégrate en griego, en latín será en lenguaje imperial: Salve María (Señora, Dama, Esposa), la que recibe el título solamente dado a la Madre del Ungido por el Espíritu Santo desde el vientre.
Ella es la Kejaritomene, la Llena de Gracia. Nadie más podrá ostentar este título. Estos términos son referidos directamente en la antigüedad en vistas a la alegría de la pascua, a la resurrección del Mesías. De esta alegría participa primero y de manera sublime la Elegida, la hija de Sión, la Figura y Espejo de la Iglesia.
La identidad de los dominicanos está enraizada en la devoción a la Imagen de la Virgen de la Altagracia. Ella nos invita a no ser solo espectadores, sino servidores de la Palabra hecha Cuerpo y Sangre de su Vientre Virginal. La historia de la nación de Duarte, Sánchez y Mella ha de ser encauzada por el designio salvífico de Dios en Cristo Sacramentado con la colaboración de todos los hombres de trabajo, de familia, de fe y de generosidad con los menos afortunados. La Buena Noticia es la Iglesia Doméstica del presente en el cuadro de la Altagracia, el Hogar al que se le dedica todo el tiempo, en calidad y mutua colaboración.
Somos todos protagonistas de la historia de la salvación trazada en el retrato de la Virgen María, la Mas Alta Gracia que nos hace partícipes como hijos con su Fíat o Hágase tu voluntad, para que se cumplan los mandamientos de la ley de Dios.
San José, en el cuadro de la Altagracia, sin emitir palabra ni ocupar el centro del mismo, tiene algo que decir al ocupar un lugar estratégico, muy parecido al de aquellos hombres, nuestros patricios y de aquellos que hasta la fecha sirven al desarrollo, con sus labores de honradez, dignidad y justicia, para forjar esta nación de Dios. IDENTIDAD CATOLICA. *DOCTOR EN TEOLOGIA CATOLICA.