Por el Dr. Leonardo Andújar Zaiter.-El ego genera un falso orgullo de sí mismo.
Denota falta de confianza en los pasos a emprender.
Desdobla el ser humano que realmente eres.
Desconecta de la verdadera realidad y frustra cualquier esfuerzo a mantener sostenible, la pretensión de alcanzar una sólida posición.
El ego aporta doble juicio del ser representado en potencia.
Produce pérdida de orientación e incompetencia de la persona.
Además, mutila el crecimiento espiritual y personal.
Las posiciones desenfrenadas de soy, saber, tener y poder, relegan la atención comprometedora al avance interior.
El interés desenfrenado y atropellador, nada ofrece a conquistar bienestar íntegro que ejerza dominio desde lo profundo.
Los empecinados en mostrar actitudes férreas en sostener exacerbados el ego, sentirán experiencias demasiadas separadas de la razón humana.
Grave error no pretender realizar cambios e iniciar la transformación del ego que lacera indiscutiblemente la vida.
De continuar, se perderá la guerra a enfrentar y estará huyendo al sano compromiso de brillar, por solo dejar al ego, silencie la posibilidad de equilibrar.
No debemos guardar consideraciones al ego, ya que, desaprovechamos el valioso tiempo para fomentar la superación de obstáculos inherentes a las personas.
La incidencia será tan fuerte y determinante, de no saber desprendernos, y la pobreza a incidir, marcará negativamente la existencia.
El ego arrastra a tal magnitud, que rechaza la manera social a vivir y termina envolviendo en fragilidades al despertar grandes estigmas, llevando a ahogar en las propias pobrezas personales.
Terminará confundiendo a la persona y se colocará próximo al abismo.
El ego arruina y nunca facilita conseguir, poder darle a la vida, sentido correcto.
Presenta la percepción de vivir en dos seres opuestos dentro de sí mismo.
