Carlos Borromeo, ¡Un hombre como pocos!

Por Diario Digital Dominicano

Por el Padre Manuel Antonio Garcia Salcedo, de la Arquidiócesis de Santo Domingo.-Muchos son los personajes de la historia a los que se les ha dado el patronazgo de nuestros barrios y sectores de vivienda en la ciudad primada de América. Dedicaremos algunas entregas a conocer a uno de ellos, a Carlos Borromeo, quien nace un 2 de octubre de 1538, muere el 3 de noviembre 1584, a edad muy joven en comparación con otros de sus contemporáneos.

Abundaremos en aspectos llamativos para nuestra época actual de aquel que fue Secretario de Estado del Papa Pío VI y Arzobispo de Milán. Su Diócesis, la segunda en importancia en el mundo católico, sede de San Ambrosio de Milán, el gran Pastor de San Agustín y Santa Mónica, defensor de la Inmaculada Concepción de María, siendo quien llamó por primera vez a la Madre de Dios Mater Ecclesiae o Madre de la Iglesia.

Tuvo Carlos como sucesor a quien siguió sus huellas, aplicó de Papa el Concilio Ecuménico Vaticano II, San Pablo VI, también nativo de estas tierras nórdicas.

Oriundo de la región de la Lombardía italiana, nace en el castillo de Arona ubicado en la parte sur del lago Maggiore, San Carlos borromeo, tercer hijo del Conde Gilberto y Margarita de Medici, y sobrino del Papa Pío IV, su infancia entre el castillo y el Palacio que su familia poseía en Milán. A temprana edad siente el llamado religioso, estudia latín, ciencias teológicas y va a la Universidad de pavía, sumamente costosa, por lo que a pesar de recibir subsidios familiares, se vio en serios aprietos económicos en reiteradas ocasiones. Eran notorias sus ropas no aptas para aquellos ambientes de mucho boato y elegancia.

Para 1558 Carlos es huérfano de padre. Tiene que dedicarse a los asuntos familiares. El Castillo de Arona era reclamado tanto por la nación española como por la nación francesa. Gracias a la capacidad administrativa de Carlos pudo sortear todas las negociaciones entre sus familiares, así como abadías y diversas asociaciones religiosas. Estas responsabilidades le llevaron a interrumpir sus estudios, pero pudo concluirlos con éxito recibiendo el doctorado tanto en leyes civiles como en leyes canónicas.

El Papa Pio IV llama a su sobrino a Roma para hacerle responsable de los estados papales. Recibe el nombramiento de cardenal diácono. Muchos fueron los servicios que tuvo que encabezar como delegado papal en Bolonia, Romania y Ancona, de igual manera en Portugal y en el sur de Alemania, los Cantones Católicos Suizos, además de la protección de Los Franciscanos, Los Carmelitas, Los Humildes, Los Canónigos Regulares de la Santa Cruz de Coímbra y los Caballeros de Malta.  A esto se le sumó los Caballeros de la Santa Cruz de Cristo de Portugal. Para el desempeño de estas y otras funciones el Papa le otorgó importantes sumas de dinero.

Junto con las responsabilidades de la Secretaría de Estado papal y la administración de los negocios de su familia, tuvo especial dedicación Carlos a los estudios, el arte del violonchelo y al deporte, así como la fundación de una academia vaticana entre eclesiásticos y laicos que se reunían cada tarde para el oficio literario.

La influencia del Cardenal Borromeo en el cargo de la Secretaría de Estado le permitió restaurar los trabajos del Concilio de Trento suspendidos por el Papa Pablo IV en el año 1552. De esta manera se pudo recuperar el sentido eclesiástico de los oficios vaticanos y de toda Europa.

La oposición de forma impositiva del Emperador Felipe II de España y la situación de la Iglesia francesa con la problemática del conciliarismo constituido como poder nacional independiente del Papa constituyeron dificultades que Carlos logró superar hasta lograr la reanudación del Concilio Ecuménico de Trento, número XIX en el listado de la historia de la Iglesia, al cual llamamos el Concilio de San Carlos Borromeo,

18 de enero de 1562 es la fecha de reapertura del Concilio, al cual puso a cargo Carlos con comunicación por escrito dirigida a su persona por parte de dos cardenales en representación del Papa Pío IV para que velarán por el sano desarrollo del mismo Concilio. El Secretario de Estado se empleó a fondo en la paciente tarea de calmar las tensiones y cuestionamientos que amenazaban nueva vez con suspender la obra reformadora de la Iglesia y el mundo de cultura europea.

255 Padres pudieron completar la sesión número XXV del Concilio el 4 de diciembre de 1563. Por fin concluyó el Concilio que tomó casi dos décadas en realizarse, siendo Trento el Concilio de mayor duración entre interrupciones y dificultades hasta alcanzar su conclusión. El mérito de esto se debe al trabajo en común del secretario de Estado, San Carlos borromeo, los dos cardenales representantes del Vaticano, los cuatro generales de las órdenes religiosas mayores, en especial los Dominicos por su contribución en lo doctrinal, así como de los Obispos y Abades de marcado celo eclesial y pastoral.

El Papa Pío IV aprobó los decretos del Concilio el 26 de enero de 1564, creando la comisión para la aplicación de tan gran aparato doctrinal y pastoral para la Iglesia Universal.

Por supuesto que el laboratorio para los buenos resultados de la aplicación de

A la muerte del hermano mayor de Carlos, el Cardenal toma la decisión de separarse de los asuntos administrativos familiares, dedicándose por completo a la vida sacerdotal por la influencia de los jesuitas y la cercanía con los lugares en que San Ignacio de Loyola acostumbrado a oficiar la Santa Misa.

Fue la Diócesis de Milán, lugar destacado además de faro de irradiación para toda la catolicidad. Creando un importante aparato de pastoral, el nuevo Arzobispo de Milán con sus obispos auxiliares, despliega todos los recursos para la aplicación del Concilio ecuménico de Trento dedicándose de lleno a la creación de un Catecismo Universal de acuerdo al Concilio de Trento, de un Misal Romano revisado, así como del Breviario, también se ocupó de las reformas A la música sacra.

Una vez promulgados en su diócesis de los decretos del Concilio de Trento en un sínodo de 1200 sacerdotes, se hizo un examen con mucho tacto de los abusos eclesiales que se cometían en lo administrativo, en lo cultual y en lo moral para demostrar la necesidad de la reforma. Un equipo de 30 sacerdotes jesuitas fueron desplegados desde el seminario hasta la última de las instancias eclesiales milanesas tomando como referente a San Martín de Tours, sirviendo la fecha de su memoria del 11 de noviembre como punto viraje.

La disciplina eclesiástica y la educación de los jóvenes fue el primer punto de la reforma. A esto siguió la reforma del clero milanés en las que el mismo Carlo Carlos abordó los temas de la predicación, los curas usureros, la dignidad de las ceremonias eclesiásticas, y la sobriedad y sacralidad de la música litúrgica en las Iglesias.

Los ornamentos de vestidura clerical y los hábitos de las monjas en sus conventos debían ser ordenados y regidos por la sobriedad y la delicadeza. De los propios recursos familiares el Cardenal Arzobispo de Milán cubrió los gastos de estas reformas lo que le acarreó graves dificultades con sus familiares, hasta el punto de llegar a encontrar una gran rebelión de parte de dos tías monjas, hermanas Papa Pio IV que estaban al frente de sus conventos. La decisión del sobrino del Papa fue tomar como punto de referencia a estos conventos exigiendo la reforma inmediata en hábitos costumbres y disciplina de los mismos.

Ante las grandes dificultades que se presentaban, Carlos asume la reforma basada en el texto de Lucas 22,15: He deseado comer esta Pascua con ustedes, y con el apoyo de un Consejo Provincial creado para estos fines conformado por el futuro papá Gregorio XIV. La reforma religiosa y cultural apenas comenzaba.

Continuará…

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